¿Autoritarismo o democracia? La disyuntiva política del Perú

 


 

 Fue el politólogo peruano Eduardo Dargent quien describió acertadamente la práctica auténtica de nuestros políticos, los calificó como “demócratas precarios”. Es decir, aparentemente respetan las formas democráticas e institucionales, pero en el fondo una vez en el poder imponen su voluntad e imperan los apetitos personales y la “mano dura”.

 

Se podría afirmar que la tendencia política más sólida y vigente en Perú, no son las posturas de izquierda o derecha, pro Estado o pro Mercado; sino el autoritarismo, la imposición vertical. Nuestros políticos son muy flojos en la arena democrática del diálogo, el consenso o el acuerdo; más bien se lucen en la destrucción del oponente y la violación de las normas institucionalizadas.

 

Pero, el autoritarismo a flor de piel de nuestros políticos se encuentra en sintonía con las prácticas de la población. O sea, los políticos y los ciudadanos son autoritarios. De muestra un botón: las inacabables denuncias de violencia en el hogar, donde el varón impone a la fuerza su voluntad sobre sus familias.

 

El autoritarismo es el modo normalizado de relacionarnos con los demás. Otro ejemplo sencillo es la viveza criolla: aprovechar las circunstancias, transgredir con astucia, engañar a los tontos, salir airoso en una situación vulnerando reglas y personas, y sellar la actuación con una risa cachacienta.

 

Las prácticas democráticas nos quedan grandes, nos queda mejor el autoritarismo y la transgresión. En las sociedades con niveles aceptables de convivencia democrática, los ciudadanos respetan al oponente, se acercan para felicitarlo por su triunfo y ponen a su disposición sus planes y técnicos para contribuir con el bien común de sus comunidades. Nosotros somos al revés. Si perdimos, vamos por la destrucción y el odio. Buscamos la forma de eliminar, destituir, vacar, hacerle la vida imposible al electo ganador. Y claro, se dice “así es la política”. Ciertamente, así es una faceta de la política, pero existe otra parte de la política dedicada a la búsqueda del progreso y el desarrollo de los pueblos y las organizaciones. Al parecer, no pocos de nuestros políticos solo actúan desde el lado gris y oscuro.

 

Se impone, entonces, una renovación de nuestra cultura política. La vida democrática no es fácil. Y lo primero de lo primero, es el sincero respeto a las reglas de juego y a la institucionalidad o procedimientos elaborados para encauzar la convivencia de los ciudadanos. Queda la terca opción por apostar por la democracia como forma de gobernarnos y como forma de convivir en un clima de respeto a los oponentes y a los diferentes.

 

 

 

 

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