¿Autoritarismo o democracia? La disyuntiva política del Perú
Se podría afirmar que la tendencia política más sólida y
vigente en Perú, no son las posturas de izquierda o derecha, pro Estado o pro
Mercado; sino el autoritarismo, la imposición vertical. Nuestros políticos son
muy flojos en la arena democrática del diálogo, el consenso o el acuerdo; más
bien se lucen en la destrucción del oponente y la violación de las normas
institucionalizadas.
Pero, el autoritarismo a flor de piel de nuestros políticos
se encuentra en sintonía con las prácticas de la población. O sea, los
políticos y los ciudadanos son autoritarios. De muestra un botón: las
inacabables denuncias de violencia en el hogar, donde el varón impone a la
fuerza su voluntad sobre sus familias.
El autoritarismo es el modo normalizado de relacionarnos con
los demás. Otro ejemplo sencillo es la viveza criolla: aprovechar las
circunstancias, transgredir con astucia, engañar a los tontos, salir airoso en
una situación vulnerando reglas y personas, y sellar la actuación con una risa
cachacienta.
Las prácticas democráticas nos quedan grandes, nos queda
mejor el autoritarismo y la transgresión. En las sociedades con niveles
aceptables de convivencia democrática, los ciudadanos respetan al oponente, se
acercan para felicitarlo por su triunfo y ponen a su disposición sus planes y
técnicos para contribuir con el bien común de sus comunidades. Nosotros somos
al revés. Si perdimos, vamos por la destrucción y el odio. Buscamos la forma de
eliminar, destituir, vacar, hacerle la vida imposible al electo ganador. Y
claro, se dice “así es la política”. Ciertamente, así es una faceta de la
política, pero existe otra parte de la política dedicada a la búsqueda del
progreso y el desarrollo de los pueblos y las organizaciones. Al parecer, no
pocos de nuestros políticos solo actúan desde el lado gris y oscuro.
Se impone, entonces, una renovación de nuestra cultura
política. La vida democrática no es fácil. Y lo primero de lo primero, es el
sincero respeto a las reglas de juego y a la institucionalidad o procedimientos
elaborados para encauzar la convivencia de los ciudadanos. Queda la terca
opción por apostar por la democracia como forma de gobernarnos y como forma de
convivir en un clima de respeto a los oponentes y a los diferentes.
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