En un país que estima la voz fuerte y el tono vertical de
las autoridades (no sólo de las autoridades) y donde el estilo autoritario goza
de elevadas simpatías, viene siendo motivo de cuestionamiento la débil
estrategia de comunicación del presidente Castillo. Las pocas palabras se hacen
notar más frente al verbo del belicoso mandamás de Perú Libre, Vladimir Cerrón,
y el deslenguado premier Bellido.
La discreción puede ser beneficiosa hasta cierto punto
considerando las dos metralletas mencionadas, pero todo tiene un límite. Ya no
queda duda que el gobierno tiene dos alas definidas. Y va a ser complicado capear
el temporal. El presidente requiere mejorar sus reflejos y hacer ajustes a su
estrategia de comunicación con la población. También queda claro que no termina
de acomodarse en la gestión. No es nada fácil. Es un hombre de 51 años que
emerge del interior del interior a la presidencia de un país centralista y hay
ciertos estilos y velocidades que debe remontar. Y lo deber hacer ya, pues la
violenta trituradora limeña lo puede terminar devorando.
Cerrón, por su lado, se encuentra actualmente en mejores condiciones
para el juego. No asume ninguna responsabilidad de gobierno, es más astuto, con
mayor experiencia en el manejo estatal y es el dueño de la carabela Perú Libre.
Su gran debilidad es que el poder real está en manos de Castillo y a la larga
es el factor que inclinará la balanza a favor del profesor chotano. El
pragmatismo de Castillo puede terminar imponiéndose sobre las movidas cerriles
de Cerrón. Pero llegar a esa situación tampoco será fácil. Limar las
diferencias y llegar a acuerdos es la única salida, ya que si el gobierno sigue
disparándose a los pies, es posible que no lleguen a los cinco años.
Cerrón tiene una fijación contra la izquierda blanquiñosa, no
diremos contra los moderados o socialdemócratas, lo suyo es más cercano a la
pugna entre el cholo terco provinciano contra el limeño de modales suaves. O
sea, en el fondo su rechazo es menos programático y más cultural. Siempre es
bueno recordar que la herencia colonial no sólo es desde arriba, los de abajo
también procesan un caldo de miedos y desprecios, de complicidades y
resistencias. En esa dinámica, Cerrón quiere performar y fabular como un
vengador, un reivindicador. Se nota que Castillo, con toda su lliclla de
limitaciones y virtudes, ha superado ese impase. Y ese es otro punto a favor del
profe, que a la hora de gobernar un país con heridas atávicas es un activo que
puede servir en medio de estos tiempos complicados.
(Foto: Ideele Radio)
(Columna publicada originalmente en Noticias Ser)
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