Los resultados de las elecciones
presidenciales de 2021 y la reacción racista de los sectores dominantes han
puesto sobre el tapete algo muy evidente y a la vez muy escondido: el mundo
rural y campesino del Perú. Se trata de miles de peruanos que viven y
desarrollan sus actividades en zonas andinas y amazónicas. Ese gran conjunto
humano es la esencia de la peruanidad. Sus valores, costumbres, creencias,
festividades, alimentación, religiosidad y estilo de vida han sido
sistemáticamente ninguneados en los últimos 200 años. O en el mejor de los
casos son considerados piezas de museo, expresiones del pasado o simpático
folklore.
El Estado republicano no ha
incorporado la cultura ancestral peruana en el tinglado de instituciones
políticas. Es clarísimo el mensaje: el Perú Antiguo sólo es importante para los
libros de historia. Asimismo, los cientos de miles de peruanos actuales y
contemporáneos que practican y viven la cultura de nuestros ancestros son un
rezago histórico que debe modernizarse y superar su atraso. Así razona el
Estado y los sectores dominantes.
Esa dinámica perversa debe ser
superada y cancelada. El futuro de naciones como la nuestra se sostiene en la
valoración de sus raíces. La proyección en el tiempo se apalanca en el diálogo
generoso y fructífero entre los desafíos de la modernidad y la vigencia de la
tradición. Para ello debemos saldar algunas deudas históricas. Y la principal es
con nuestros pueblos originarios. Se trata del justo reconocimiento de su
importancia y la reparación por injusticia histórica y discriminación.
El Estado peruano debe asumir una
perspectiva intercultural que atraviese la estructura institucional. Sectores
como educación, salud, justicia, agricultura, cultura, trabajo, comercio,
energía y minas, ambiente, vivienda, mujer, desarrollo e inclusión, están
llamados a superar el enfoque centralista, conservador, vertical, descoordinado
y no dialogante. Los sectores deben tomar en cuenta la cultura, usos y
costumbres de los pueblos. Darles el espacio que merecen en el diseño de
políticas y programas.
Pongamos el ejemplo de tres
sectores: justicia, salud y educación. El sistema de justicia ordinaria debe
considerar el sistema de justicia comunal que se practica en muchos pueblos, es
decir institucionalizarlo. La medicina tradicional ancestral debe dialogar con
la medicina científica occidental. La educación básica regular debe incorporar
la lengua, saberes y personajes de la cultura andina y amazónica. En
conclusión, la deuda histórica con los pueblos originarios se resarcirá
elevando la sociedad y cultura andina y amazónica al lugar equivalente de
diálogo con la cultura criolla occidental, por ahora dominante.
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