Somos un país con instituciones estatales frágiles que se
mueven al vaivén de apetitos, intereses y estrategias. Por ejemplo, el Poder Judicial,
las municipalidades, los ministerios, los órganos de control y ahora el trío de
organismos electorales (JNE, ONPE y RENIEC) son fácilmente vulnerados y
agrietados. Son tan débiles nuestras instituciones que no tienen políticas de
largo plazo, los funcionarios rotan sin criterio, la carrera pública es un
saludo a la bandera, sus normas internas no garantizan eficiencia o son un
homenaje al enredo.
No es complicado petardear una institución, enseñorearse por
dentro o lanzarle misiles desde afuera. A lo que cabría agregar el notable
rechazo de la población, debido al deficiente servicio que recibe y el desdén
con el que el ciudadano es tratado. Son pocos los trabajadores y profesionales
que laboran en una institución estatal que cumplen a cabalidad sus funciones
con responsabilidad, calidad profesional y actitud de servicio.
Se pueden mostrar diversas causas para explicar esa cruda
realidad, pero quisiera detenerme en una. Las instituciones estatales no sólo
son sólidas porque están bien diseñadas y tienen normas adecuadas que se
respetan. Hay un componente humano y político. El Estado encarna a la Nación.
Si el sentimiento de identificación con el pasado y destino del país es
consistente y solidario, es probable que el trabajador estatal sirva al
ciudadano. Si el apego es frágil e interesado, se abren las puertas de la
ineficiencia y la corrupción.
Las instituciones estatales pueden ser mecanismos de
servicio, promotores del desarrollo, garantes de los derechos y deberes, si
efectivamente están conformadas por funcionarios que ven al otro como su igual
a quien están dedicando su esfuerzo para servirlo en un clima de confianza y
respeto. Qué podemos esperar de operadores estatales que tienen instalado el
chip de la infravaloración, el racismo y el ninguneo hacia los humildes de la
sociedad.
El aparato estatal debe estar conformado por trabajadores
que han internalizado la elevada misión del servicio público a nuestra sociedad y especialmente a los
ciudadanos de menores recursos. En los países con mayor nivel de desarrollo
humano, las instituciones estatales funcionan al modo de un reloj suizo con un
elevado profesionalismo y cumplimiento ético de procedimientos y normas. Aquí,
la institución estatal es vista como una oportunidad para sacarle el jugo y
aprovechar todo lo que se pueda. Y es que todavía no hace clic el Estado con la
Nación, aún están bastante distantes. Se trata de bregar día a día para transformar
ese perverso orden de las cosas.
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