Una de las grandes aspiraciones de la vida moderna es el acceso a la educación superior, a la formación profesional, a convertirse en ingeniero, doctor, licenciado, etc. Desgraciadamente, la formación en las universidades del país, especialmente las nacionales y provincianas cada día van perdiendo la calidad que tuvieron hace décadas. Las razones son diversas: presupuestos exiguos, autoridades veleidosas, profesores mediocres, alumnos descorazonados, carreras desactualizadas. La Universidad como institución se ha estancado en el S. XX, ha dejado de ser la fuente del saber, el lugar de la universalidad de las ideas y de los conocimientos, el laboratorio de investigación de la realidad, el referente de las utopías y los sueños, la casa que cincela el potencial humano para devolverlo como profesión al servicio de la persona y de la sociedad. Ser universitario, a medida que pasan los semestres, muchas veces es el crecimiento gradual de la frustración. Enfrentados ante la pobreza de infraes