La lucha política democrática se enmarca en reglas formales
y ocultas. Las primeras se encuentran plasmadas en leyes y reglamentos que
disponen requisitos y procedimientos, como la regla de mayoría que consiste en
dirimir una controversia a través del voto. Las reglas ocultas son más bien los
acuerdos y negociaciones, como las alianzas entre organizaciones políticas.
Pero también tenemos los políticos que juegan por fuera de
las reglas, donde se impone la voluntad personal, los intereses y apetitos,
como por ejemplo la intención de “oponerse por oponerse”, es decir, destruir al
rival sin contemplación. Nada de acuerdos o negociaciones. Se trata de una
actuación enceguecida por el desprecio o el odio que no reconoce posibilidades
de acercamiento o diálogo. Bajo ese prisma, los políticos pueden ser de
izquierda o derecha, conservadores o liberales, capitalistas o comunistas.
Nos referimos a posiciones extremas, intolerantes. Es el
juego político de los ultras, los extremistas. Y claro, la vigencia de esos
políticos y esas organizaciones es la expresión del voto ciudadano. Es decir,
son los electores los que deciden que esos personajes abunden en cantidad o
tengan una presencia discreta. Los electores eligen extremistas porque quieren
soluciones rápidas, con cero debate y más resultados.
Las elecciones congresales y presidenciales de este año
demostraron que la gente quiere inmediatez, soluciones verticales. Prueba de
ello, es que tuvimos en la segunda vuelta a los dos extremos de la derecha y de
la izquierda. Ahora pues, nos toca asistir al espectáculo de los extremistas
que obstruyen el juego democrático y que en su encono apuestan por medidas desestabilizadoras
que vulneran las instituciones de la vida democrática.
El voto de confianza al gabinete presidido por Mirtha
Vásquez ha sido una clara demostración de los niveles a los que puede llegar
una postura extremista y a la vez obstruccionista. Y eso se ha visto en las
férreas posiciones nada dialogantes de los fujimoristas y los cerronistas.
Tanto la extrema derecha como la extrema izquierda se han dado la mano y han
coincidido. Los une el deseo de destruir al presidente Castillo, el objetivo es
lograr que su gestión sea un fracaso y que eventualmente sea vacado.
Se dirá “así es la política”. Es cierto, las posturas
extremistas delimitan el espectro político. El problema es cuando detrás de
esas posiciones solo hay cálculo y conveniencia. En la situación de crisis que
vive el país debemos exigir a nuestros políticos más responsabilidad y caminar
hacia acuerdos que permitan la gobernabilidad que conduzca a la solución de los
graves problemas.
(Columna publicada en el Diario Viral de Arequipa, 10-11-2021)
(Foto: https://www.youtube.com/watch?v=SdhjlIIHJWs)
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