Todavía en nuestro medio se mantiene la imagen del ciudadano
de izquierda como una persona extremista, atea, marxista y que emplea un
lenguaje violento y dogmático. Por el lado de sus ideas económicas, es un
sujeto que propugna un rol gigante del Estado,
una fuerte intervención en el mercado, regulando todas las actividades
posibles y rechazando la presencia de capitales foráneos. Y por el lado
político, se inclina por el recorte de las libertades, el control de la
sociedad y un tufillo autoritario de imposición e intransigencia.
En realidad la imagen seguramente se va a mantener mientras
determinados sectores de la izquierda no hagan el esfuerzo de inyectar
pragmatismo en su actividad partidaria. Y reconozcan que en una sociedad
democrática y plural conviven diferentes intereses en juego. Y que esos
intereses pugnan por llegar al poder. Y que el poder político oscila como un
péndulo: hoy triunfas, mañana eres derrotado. Y que la alternancia en el poder
beneficia a la comunidad. Y que practicar alianzas y ceder es parte del juego.
Todo lo dicho viene en relación a la posición del presidente
Castillo exhibida en su reciente reunión con la Cámara de Comercio de los
Estados Unidos. Quedó claro que está de acuerdo con el fomento de las
inversiones, pero con reglas claras y respetando la condición laboral de los
trabajadores. ¿Castillo claudicó? No, sencillamente está adoptando una posición
pragmática. Somos un país que requiere inversión, no tenemos el desarrollo
industrial y tecnológico de los países avanzados. No podemos aislarnos del
mundo, nuestra economía es parte de una dinámica internacional. La diferencia,
la gran diferencia es que una cosa es someterse a los poderes externos y otra
cosa es establecer reglas, extraer beneficios, hablarle de tú a tú a los
poderosos y anteponer los intereses nacionales.
A la postura política que respeta la economía de mercado,
pero que la considera un medio para el desarrollo de la población, la
aplicación de políticas públicas, la redistribución y la lucha por la justicia,
se le conoce como “socialdemocracia”. Es decir, se defienden ideas de progreso
y bienestar, claramente ubicados del lado de los más necesitados, pero dentro
de los cauces de la democracia liberal, el respeto a la institucionalidad y el
Estado de Derecho.
Los socialdemócratas una vez en el poder, entablan
negociaciones con el gran capital, elevan impuestos, mejoran los servicios
públicos, otorgan subsidios a quienes verdaderamente lo necesitan, defienden a
los trabajadores y a los consumidores. Es decir, es una forma de ser
izquierdista alejado de dogmatismos estériles y con un acento pragmático y
moderado.
(Publicado originalmente en el diario Viral, 22-9-21)
(Foto: https://www.pngegg.com/es/png-elqqb)
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