Después de 200 (d)años. Bicentenario del Perú


 


Hoy recordamos 200 años de la independencia del Perú. El balance tiene zonas iluminadas y zonas grises. Logramos superar nuestra condición de colonia del imperio español que nos tenía atados a su dominio desde 1532. Como naciente República seguimos luchando por construir un país de ciudadanos, superando el país de señores y siervos. Hemos pasado momentos difíciles como la infausta Guerra del Pacífico, las constantes rebeliones de caudillos y gobiernos militaristas. Y en el siglo XX atestiguamos ese colosal cambio demográfico que trasvasó la sierra hacia la costa, pero también hemos soportado un cruento conflicto interno entre extremistas y el Estado peruano.

 Considero que los 200 años no son para festejar, sino para reflexionar, porque como país tenemos asuntos pendientes irresueltos que, inclusive, van más allá del bicentenario y tienen su punto de partida en la violenta arremetida de los conquistadores españoles que desestructuraron un mundo e impusieron su dominio. No nos hemos sacudido aún de la herencia colonial, todavía sobreviven un conjunto de rasgos negativos que provienen de ese negro periodo.

 Hay rasgos que delinean estos 200 años. Como país seguimos siendo una posibilidad que no deja de cuajar. Nos marca todavía la desigualdad socioeconómica, la discriminación racial y de clase, altos niveles de desconfianza de unos y otros, débil presencia del Estado a escala nacional, diferencias culturales enormes, la falta de respeto a la ley y la autoridad legítima, y una corrupción sistémica que sigue reproduciéndose.

 Es cierto, no hemos constituido un Nosotros. Nuestra vida social, cultural, política y económica carece de “un no sé qué” que impide su florecimiento y progreso. Por lo general, se suele echar la culpa a la herencia colonial como madre de todas las desgracias. En buena parte es bastante cierto, pero se trataría de una causa estructural e histórica. Quisiera detenerme en una razón más cercana e íntima que tiene que ver con cada uno de nosotros. Me parece que no pocos peruanos no nos aceptamos como somos. No queremos reconocer que la principal savia que irriga nuestro ser es la matriz andina, indígena y ancestral. Los múltiples pliegues que produce ese factor, marcan nuestras diferencias y nuestros odios.

 Han sido 200 años y una gran cantidad de daños. Debemos sembrar las condiciones para construir un Nosotros colectivo que nos integre en medio de nuestra diversidad. La tarea es impostergable y no debemos esperar 200 años más, para superar los tantos daños de la historia republicana.

 

 

 

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