Voto blanco y nulo. Entre el derecho y el desinterés


 Con todo derecho cualquier ciudadano puede votar en blanco o nulo. Es la expresión de una posición de desacuerdo con los políticos que compiten o con el sistema en su conjunto. También expresa la indiferencia ante los asuntos públicos. Poco o nulo interés en la marcha política del país. Incluso en algunos ciudadanos es la manifestación de una discutible superioridad ética que ve a la política como el reino de lo infame y lo corrupto, y por tanto no desea contaminarse ni contribuir con su proliferación.

 Puede haber muchas otras razones para votar conscientemente en blanco o viciar el voto, lo cierto es que quien lo hace se autoexcluye de la decisión de elegir un candidato y expresa su posición de colocarse al costado. Según nuestra legislación el voto en blanco o nulo tiene que llegar a 2/3 de los votos emitidos para que se anule la elección. Solo de ese modo dicho voto podría tener un efecto. Las evidencias demuestran que es casi imposible llegar a ese extremo, por lo que en la práctica el voto blanco y nulo no produce consecuencias.

 Los datos de las elecciones de 2006, 2011 y 2016 demuestran que el número de votos blancos y nulos se reduce en la segunda vuelta. Es decir, el elector toma la decisión de elegir entre los dos candidatos que han pasado a la segunda vuelta. En la segunda vuelta de 2011 (Humala vs Fujimori) el 6.7% de los votos válidos fue nulo y blanco; y en la segunda vuelta de 2016 (Kuczynski vs Fujimori) fue 6.9%. Más bien en la segunda vuelta de 2006 (García vs Humala) los nulos y blancos fueron el 9.3% de los votos válidos. En los tres casos, se trata aproximadamente de poco más de un millón de ciudadanos. Habrá que esperar hasta el 6 de junio para corroborar si se mantiene esa tendencia.

 Por lo pronto algunos ciudadanos han expresado su deseo de votar en blanco o nulo, debido a que ninguno de los dos candidatos (Castillo y Fujimori) cubre sus expectativas, ya sea porque están asociados a la corrupción o por el extremismo de su posición. El ciudadano está en su derecho, pero la recomendación es comprometerse con el destino del país, asumir la responsabilidad soberana de elegir. Los dos candidatos tienen su lado discutible, pero más importante es el deber de entregar el poder y no retraerse o abstenerse cómodamente.

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