Fracasado modelo neoliberal peruano

 La campaña por la segunda vuelta está pareciéndose a otras de nuestra historia reciente. De un lado el candidato(a) del orden establecido y del otro el candidato que pretende el cambio de ese orden. Pero el contexto es diferente. Estamos en medio de una trágica pandemia que lleva a la muerte a miles de peruanos, el sistema de atención de salud ha colapsado, el desempleo está golpeando a los hogares más humildes y la corrupción de políticos y funcionarios del Estado sigue siendo un cáncer de nunca acabar.

 El panorama es desalentador y se multiplica en los últimos días con la campaña de terruqueo, anticomunismo y pánico financiero que las élites económicas quieren esparcir en la ciudadanía. Como sucedió con Humala en el 2006, las élites se indignan porque hay un candidato que se opone al modelo neoliberal. En este caso es Pedro Castillo el abanderado de la lucha contra el sistema. Y las élites tienen que demolerlo.

 La derecha política, los poderes fácticos y la prensa limeña están buscando manipular a la población y mostrar los graves riesgos que significa abandonar el modelo y cambiar o reformar la Constitución. Como si el neoliberalismo hubiese servido para superar las desigualdades y ofrecer una vida digna a los peruanos más desfavorecidos. El neoliberalismo a la peruana tiene muy poco que exhibir a su favor. Solo han hecho más ricos a los ricos. Ha depredado nuestros recursos naturales, ha vulnerado y violentado el territorio y vida de nuestras comunidades andinas y amazónicas. Ha debilitado los derechos laborales de los trabajadores. Ha restringido al máximo las funciones estratégicas y servicios públicos del Estado. Ha empoderado al mundo del capital y de la inversión transnacional.

 Como si fuera poco, el modelo desprotege a la producción nacional y desprecia el mundo de los micro y pequeños empresarios. La cereza en la torta es el ejercicio inescrupuloso de la corrupción. Los campeones aceitando y quebrando la mano de los funcionarios públicos son las empresas que pretenden licitaciones de obras públicas. Relación perversa entre el político de turno y el empresario corrupto que considera de antemano entre sus gastos el diezmo para el funcionario. Neoliberalismo a la peruana.

 Y claro, no nos olvidemos de los lobistas, siempre prestos a vincularse con los políticos para obtener legislación que favorezca a sus patrocinados, entorpeciendo controles, eludiendo impuestos, debilitando procedimientos o penetrando el gobierno con “técnicos” a su servicio. Todo eso debe cambiar, el proyecto neoliberal ha sido un fracaso.    

(Publicado originalmente en el Diario Viral el 28-4-2021)

 

 

 

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