Buen número de ciudadanos que
aspiran a un cargo político lo hacen, entre otras razones, con el fin de gozar
de privilegios y ventajas que el poder les ofrece. En una sociedad como la
nuestra donde aún no se han extendido completamente los derechos y donde en la
práctica hay ciudadanos de diferentes categorías, el poder y el privilegio van
de la mano y hasta son la misma cosa.
Pero no debemos olvidar que los
privilegios atacan directamente los fundamentos de la vida ciudadana y
democrática. Los derechos son opuestos a los privilegios. Donde campean los
privilegios, las desigualdades e injusticias son el pan de cada día. Por eso se
afirma que es un logro civilizatorio la reducción progresiva de los
privilegios. No se puede hablar de bienestar y desarrollo integral si todavía
justificamos o pasamos por agua tibia las expresiones públicas y privadas de
imperio del privilegio.
Los privilegios operan a sus
anchas en las sociedades donde las personas están clasificadas en estamentos.
Desde los sectores privilegiados que gozan de todos los servicios para afrontar
la vida, hasta sectores que gradualmente tienen menos y menos servicios. El
Perú es un país donde los privilegios no solo son una realidad, sino una
aspiración y objetivo. De acuerdo a la ley y la Constitución somos una nación
de ciudadanos con igualdad de derechos y obligaciones, pero en la práctica aún
se percibe nuestra herencia colonial: la sociedad señorial de los privilegios.
El privilegio se halla asociado a
la corrupción y a la viveza criolla. Vienen en un solo paquete. El político astuto
una vez encumbrado en el poder busca sacar ventaja, beneficiarse y beneficiar a
su argolla, y eso lo lleva a cometer actos irregulares. Tan podrida es esa
lógica perversa que se halla naturalizada, es decir socialmente aceptada por un
sector apreciable de la población.
Las cosas no pueden seguir así,
se trata de enderezar esas prácticas. El privilegio daña la convivencia, atiza
los odios, alimenta la desconfianza y el resentimiento, reproduce la
injusticia. No solo es un asunto de educación en valores ciudadanos, es el
desafío diario por una vida de respeto a los derechos de las personas. Es dejar
de tener como referente a los políticos corruptos y con deudas pendientes ante
la ley. Valoremos y publicitemos los buenos ejemplos de ciudadanos que salen
adelante con esfuerzo, inteligencia y respetando las normas. Dejemos de
justificar el privilegio.
(Publicado originalmente en el Diario Viral el 24-2-2021)
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