El comunicador frente al virus del poder autoritario en el Perú



Asumir la lectura del discurso de orden es un asunto bastante complicado, pues se trata de hablar de algo serio y/o profundo en una actividad ceremonial, donde el público debería estar dispuesto a escuchar un mensaje académico producto de la investigación y la reflexión, aunque todos preferiríamos que sea breve, interesante y comprensible. Espero siquiera alcanzar algo de profundidad, brevedad, interés y comprensión Y espero su consideración si no alcanzo el objetivo.

El título de mi intervención es EL COMUNICADOR FRENTE AL VIRUS DEL PODER AUTORITARIO. Divido mi exposición en tres partes. La primera referida a la comunicación, la segunda al poder y la tercera a la relación entre comunicación y poder.

En cuanto a la comunicación

De entrada quisiera romper lanzas con una práctica e idea bastante idealizada o ilusoria y poco reflexionada, por ser profesionalmente incorrecta ¿Cuál es? La creencia que la comunicación es una práctica permanente y universal. Planteada en forma de interrogante sería así ¿en realidad nos comunicamos de modo permanente? ¿en realidad todos nos comunicamos? Creo que todos responderán que sí, bueno quisiera discutir esa respuesta afirmativa.

Antes de responder a estas interrogante y cuestionar esta eventual respuesta afirmativa quisiera recordar dos aportes conceptuales que particularmente siempre me parecieron acertados, pero que se inscriben dentro de lo que se denomina como teorías normativas, es decir teorías que se hallan empeñadas en proponer, en sugerir un deber-ser, a veces de modo idealizado o utópico. Las teorías normativas nos sugieren modelos, esquemas, procedimientos o técnicas. En realidad se podría decir que las teorías normativas, más que teorías son normas éticas. Paréntesis, las teorías normativas son profundamente positivistas.

Dicho esto, quisiera mencionar a estas dos teorías normativas de la comunicación que siempre me fascinaron, me siguen fascinando, pero ahora de un modo más crítico y no tan romántico como hace años.

El primer planteamiento procede de Jean Cloutier, canadiense de origen francés, que ha inmortalizado la noción EMIREC, acrónimo de emisor y receptor. Cloutier sostiene que las personas simultáneamente somos emisores y receptores, y dice una verdad. Propone que la comunicación es relación entre emirecs en completa relación horizontal y simétrica. Cloutier ofrece una noción que pareciese venir del cielo enviada por Dios como un regalo divino. Nadie duda que lo ideal sería una comunicación completamente horizontal entre iguales, en la que la imposición del emisor-superior sobre el receptor-inferior sea anulada, pero cloutier olvida no sé si intencionalmente la fuerza del contexto social político económico, cultural y hasta religioso. Cloutier imagina el paraíso de emirecs en hermosa convivencia, una especie de comunismo comunicativo. Es decir estamos ante un planteamiento profundamente normativo, positivista y utópico. No lo niego, únicamente lo cuestiono. Tal vez un argumento a favor de cloutier sostenga que el internet y las redes sociales son el comunismo comunicativo, pero esa sería una tarea futura de investigación.

Pasemos al segundo planteamiento, proviene del mexicano Juan Jose Coronado. Coronado sostiene que la comunicación interpersonal, la comunicación interpersonal es el modelo teorético por excelencia para entender la comunicación en su conjunto. Es decir la comunicación cara a cara entre las personas es el modelo-base para entender todo el edificio de las comunicaciones. Aparentemente es acertado, pues nos dice que la comunicación interpersonal es la unidad mínima de medida del fenómeno comunicacional. Sin embargo, coronado al igual q cloutier aisla de manera espantosa la dimensión comunicativa del contexto. ¿cómo puede afirmar coronado que la comunicación cara a cara entre dos amigos es equiparable a la descomunal diferencia entre lo que dice el diario El Correo y algunos modestos ciudadanos que leen dicho periódico en el mercado Laykakota,? Solo por poner un ejemplo.

Como vemos ambos planteamientos, los cuales asumimos mucho comunicadores formados en universidades latinoamericanas, adolecieron de la supresión olvido o suspensión intencionada de la fuerza del contexto y principalmente de la fuerza del poder. Esos y otros planteamientos fueron tan normativos, estuvieron cargados de tanta ilusión y de muy poca confrontación con la crudeza de los hechos.

Tal vez una primera conclusión de esta primera parte sea que debemos tener mucho cuidado en ofrecer mucha teoría normativa. Paréntesis, a veces pienso que nuestra profesión está infectada de teorías normativas. Bien ahora pasemos a la segunda parte.

En cuanto al poder

Aquí quisiera matizar dos teorías que proviniendo de las ciencias sociales, son poco normativas y más bien profundamente enraizadas en los hechos y prácticas observables. Paréntesis, las teorías opuestas a las teorías normativas de denominan teorías empíricas. Y me voy a referir a dos teorías empíricas una pesimista y otra optimista.

Comienzo con el planteamiento pesimista del gran francés Michel Foucault, quizá el intelectual que ha investigado más profundamente el poder. A él le debemos una gran cantidad de conceptos innovadores, descarnados y potentes, como biopoder, gubernamentalidad, técnicas del yo, biopoder, disciplinamiento, poder pastoral y subpoder, que es el que me servirá para enfrentar las posiciones normativas de cloutier y coronado. El subpoder, es el poder pequeño en las relaciones sociales, el poder microscópico que se da, por ejemplo, entre el enamorado dominante y la enamorada sumisa, entre el jefe de la oficina y los empleados, entre el profesor que desaprueba por razones políticas y el alumno dirigente que aguanta en silencio y con rabia. Foucault es extraordinario, sostiene que el poder se halla tejido en cada uno de nosotros y no podemos, aun, escapar de él.

Al encuentro de Foucault surge la figura de otro francés, el historiador y filósofo Michel de Certeau, ambos eran amigos, pero tenían algunas ideas contrapuestas. De Certeau introduce un bellísimo concepto, del cual también estoy enamorado y que considero es el esfuerzo más elaborado para describir las respuestas de los débiles ante los poderosos. De Certeau no es muy creativo para denominar a su concepto sencillamente lo llama “tácticas del débil”, las tácticas de débil son las múltiples formas de negociación que el hombre de a pie establece con los poderosos, es una forma de contra-poder, por ejemplo, de uso creativo del consumo mediático, de prácticas escondidas, prácticas de superviviencia, pequeñas rebeliones, a veces graciosas, del hombre sencillo frente a las “estrategias del poderoso”. De Certeau siempre dirá “la gente no es idiota”. Paréntesis, creo que la más fascinante “táctica del débil” es, precisamente, autodenominarse “poderoso”.

Aquí cierro las dos primeras partes. Y después de cuestionar las teorías normativas de Cloutier y Coronado; y presentar las teorías empíricas de Foucault y De Certeau quisiera referirme al…

Rol del comunicador frente al poder autoritario en el Perú

Regresemos a Cloutier y Coronado, coincidamos que sus planteamientos normativos son un estupendo deseo, es decir, la comunicación interpersonal horizontal y simétrica que se puede reproducir a niveles superiores. Pero en la práctica humana y social funciona la siguiente afirmación: el tipo de comunicación expresa el tipo de sociedad. Entonces, preguntémonos ¿algún factor es común a las relaciones sociales y de comunicación en el Perú?

Estoy convencido, como lo están una larga lista de autores peruanos y peruanistas, que en el centro de las interacciones se halla algo que tiene muchos nombres, pero que en esencia es exactamente lo contrario a lo planteado por Cloutier, es decir una relación asimétrica y vertical. El historiador Flores Galindo la ha llamado “tradición autoritaria”, Julio Cotler la denominó hace mucho “herencia colonial”, Guillermo Nugent la llama “orden tutelar”, Anibal Quijano la entendió como “colonialidad del poder”.

Por donde se le vea son relaciones fuertemente contaminadas por nuestro pasado colonial. De ninguna manera se sostiene que vivimos en la Colonia, sino que el imaginario, las representaciones, las prácticas están cargadas de colonialidad. No somos, en nuestra conducta diaria, una sociedad de ciudadanos, sino una sociedad de siervo-ciudadanos, mitad súbditos, mitad ciudadanos.

Hace exactamente tres años el joven historiador Eduardo Torres ganó el Premio Nacional de Ensayo PUCP con un libro fenomenal, titulado “El autoritarismo en la historia del Perú. Buscando un rey”. Torres nos deja espantados al demostrarnos que vivimos sumergidos en instituciones 100% coloniales y casi monárquicas que muchas veces llaman a risa a los visitantes de otros países. Por ejemplo:

1. Las rígidas y estúpidas reglas de los ceremoniales públicos y familiares que reproducen una cultura virreinal. Como quinceañeros, funerales, premiaciones y hasta actos académicos que parecen no haber salido del siglo XVIII.
2. Las serviles formas de saber pedir en la que muchos apelan a la compasión, la pena, las lágrimas y el sometimiento ante el poderoso que luego nos prodigará del favor concedido, jamás del merecimiento.
3. La consistencia de las argollas, brutales y perversas forma de pequeños imperios personales que giran alrededor de personas. Sobones que halagan y se someten servilmente y que lógicamente desean algún día tener su propia argolla.
4. La fascinación por ascender socialmente, basado en el prestigio que otorgan símbolos absurdos como el cartón profesional y la vestimenta. En los hogares peruanos es casi natural la exhibición de cartones en las salas.
5. La impuntualidad peruana, que muchas veces llama a sonrisa. El desprecio al valor del tiempo es un poderoso indicador de mentalidad colonial y autoritaria.

Y para completar el cuadro, el poderoso proceso de racialización que según Gonzalo Portocarrero, es el “fundamento invisible”, gran fuente de discriminación y odio que nos sitúa como una sociedad que aún no se desata de su colonialidad.

Como apreciamos, los comunicadores tienen un gran desafío, pero al parecer el desafío empieza en enfrentar esas formas de poder autoritario y colonial que se encuentran en las relaciones interpersonales, formas autoritarias que impiden la democratización de la sociedad, que impiden que nos alcemos como ciudadanos y eliminemos las taras del servilismo. Entonces, el desafío es eliminar la sociedad de siervo-ciudadanos; y se trata de una tarea complicada en una atmósfera tan favorable al autoritarismo, autoritarismo que no es sino el abandono vergonzoso de nuestra condición de iguales, la renuncia a la mayoría de edad, ser autoritario es moverse en una perversa cancha que solo acepta la lógica del amo y la lógica del súbdito.

En conclusión y para finalizar. El principal desafío del comunicador del Peru y en Puno en particular frente el virus del poder autoritario, es creo yo, reconocer en primer lugar cuánto de súbditos y siervos se halla injertado dentro de nosotros y hasta qué punto podemos salir de la terrorífica cárcel de la mentalidad colonial para ayudar a los demás a salir de sus propias cárceles.

Al final, ahora sí valoro a Cloutier y su relación simétrica. Es cierto, es posible vivir acompañado de la maravillosa utopía de la comunicación, pero a condición de tener los pies bien puestos sobre la tierra y plenamente convencidos que tenemos mucho, muchísimo que hacer y que tal vez lo que logremos solamente sea la semilla que otras generaciones cosecharán.

Muchas gracias.

(Fragmento del discurso de orden leido el 31 de mayo de 2011, por el XXVIII aniversario de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional del Altiplano de Puno)

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