El epígrafe de mi tesis

El hombre es –Hegel dixit– “un animal enfermo de muerte”, un animal
extorsionado por un insaciable parásito (razón, logos, lenguaje). Según esta
perspectiva, la “pulsión de muerte”, esta dimensión de radical negatividad, no
puede ser reducida a una expresión de las condiciones sociales enajenadas, sino
que define la condition humaine en cuanto tal. No hay solución ni escape, lo que
hay que hacer no es “superarla”, “abolirla”, sino llegar a un acuerdo con ello,
aprender a reconocerla en su dimensión aterradora y después, con base en este
reconocimiento fundamental, tratar de articular un modus vivendi con ello. Toda
“cultura” es en cierto modo una formación-reacción, un intento de limitar, de
canalizar, de cultivar este desequilibrio, este núcleo traumático, este
antagonismo radical por medio del cual el hombre corta su cordón umbilical con
la naturaleza, con la homeostasis animal. No es sólo que la meta ya no consista
en abolir este antagonismo pulsional, sino que la aspiración de abolirlo es
precisamente la fuente de la tentación totalitaria. Los mayores asesinatos de
masas y holocaustos siempre han sido perpetrados en nombre del hombre como ser
armónico, de un Hombre Nuevo sin tensión antagónica. La misma lógica es
aplicable a la ecología (…) al feminismo (…) a la democracia (…) podemos salvar
a la democracia tomando en cuenta su propia imposibilidad radical.
(Slavoj Zizek, El sublime objeto de la ideología, 1992: 27-29).
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