Obispos fundamentalistas católicos arrollan en el altiplano, la razzia no para

El avance incontenible del fundamentalismo católico, encarnado en un puñado de obispos ultraconservadores en el sur andino del Perú, me lleva a imaginar -solo Dios saber por qué- en metáforas de poderosos bulldozers o la arrolladora división Panzer del mariscal nazi Erwin Rommel sobre el desierto nor africano en la II Guerra Mundial. Tal vez existen similitudes entre desiertos y altiplanos (...)

Al grano.

Los sacerdotes católicos Manuel Vasallo, Luis Zambrano, Luis Lopez Rivera, Marcos Degen y Juan Gnaldi han renunciado a través de una carta interesantísima al cargo de profesores del Seminario Nuestra Señora de Guadalupe, debido a que "las perspectivas del Seminario van por una dirección totalmente contraria a la que hasta ahora tenía, por otro lado no es bueno para los alumnos que se les confunda con posiciones contrarias en las clases y no porque no sea sano el contrarrestar posiciones sino por la forma excluyente y hasta ofensiva con que se tratan las diferencias"

Además fustigan indirectamente ácidas expresiones de algún obispo ultraconservador que ha dicho: "Acá no se ha hecho nada", "No han hecho catequesis, sino sociología" "la iglesia acá ha hecho daño".

Más.

En el blog de Aldo Santos se detallan más acciones de la "división panzer" destacada en el "rojizo" altiplano católico.

Comentarios

Unknown dijo…
PARAGUAY:
EL FUNDAMENTALISMO DE LAS SECTAS LUGUISTAS
(Luis Agüero Wagner)
En 1993 Joseph Ratzinger publicó su libro “El fundamentalismo islámico” donde abordaba desde la óptica conservadora el problema de la instrumentalización de las energías religiosas en función política, tema de vigencia por estas playas desde que el cantinflesco obispo jubilado Fernando Lugo se tomó en serio la propaganda de la tendenciosa prensa local, que lo presentaba fantasiosamente como el nuevo fenómeno político del ambiente.
Esclarece Ratzinger que el aferrarse fanáticamente a las tradiciones religiosas se vincula en muchos sentidos al fanatismo político y militar, en el cual la religión se considera de forma directa como un camino de poder terrenal. También puntualiza el error de trasponer el concepto “fundamentalismo” al mundo árabe siendo que en realidad es una definición surgida para calificar a cristianos. El fundamentalismo es, según su sentido originario, una corriente surgida en el protestantismo norteamericano del siglo XIX, la cual se pronunció contra el evolucionismo y la crítica bíblica y que, junto con la defensa de la absoluta infalibilidad de la Escritura, intentó proporcionar un sólido fundamento cristiano contra ambos.
Aunque Ratzinger se extiende en su obra sobre los fundamentalismos ajenos, no se caracteriza por ver la viga en el propio ojo precisamente. Como con bastante elocuencia lo ha dicho la red de Mujeres Católicas de América Latina en uno de sus comunicados: cuando hablamos de fundamentalismo nos referimos justamente a la posición expresada por Ratzinger. Todo su escrito es un acto de intolerancia, fanatismo, intento de volver al pasado,, resistencia ante todo cambio, intento de imposición de la propia perspectiva como la única aceptable, rechazo al pluralismo, desconocimiento de la evolución en todos los ámbitos, rechazo a toda novedad, pánico ante la diversidad. Como puede notarse, esta controversia entre católicos no guarda mucha distancia de los términos en que giró la discusión sobre el dichoso pacto del 5 de febrero que con tan mala fortuna firmaron nuestros opositores.


El Fundamentalista es en el fondo un intransigente, por ello actúa como factor creador de conflictos y como enemigo del progreso, especialmente si se trata de avanzar en negociaciones, hecho que explica la actuación de la caterva de monaguillos en la “mesa de presidentes” de la extinta concertación, que con sus despropósitos hoy han ubicado a su candidato en una cómoda posición para luchar por el tercer puesto en las elecciones del año que viene. No estaría demás advertir sobre el peligro que implica el accionar de estos fanáticos, más aún si consideramos que el aprovechamiento de la religión en función de la política como conducto de “liberación de los oprimidos” es hoy en día la principal coartada para volar estaciones de trenes, estrellar aviones de pasajeros contra rascacielos de Nueva York, enviar sobres conteniendo ántrax o volatilizar autobuses londinenses. Para colmo, nuestros integristas criollos no han ocultado sus intenciones, llamando a la yihad a sus seguidores en caso de cumplirse la cláusula constitucional que impide a un religioso postularse para presidente, hecho que amerita cuando menos que nuestras autoridades encarguen una investigación al respecto a la analista Milda Rivarola.
Debo añadir que resulta lamentable y desalentador ver por estas playas a una caterva de politiqueros corruptos defendiendo y queriendo aprovecharse de creencias religiosas y morales de tiempos anteriores a la ilustración, con un apasionamiento digno de monaguillos que fueron abusados por el cura de la parroquia y quedaron prendados de él, agitando irresponsables sus arcaicas banderas por medio de una presión política conjugada con el fundamentalismo religioso. Más aún cuando en la vecina argentina el ex capellán Von Wernich acaba de ser declarado genocida y condenado reclusión perpetua sin miramientos a su investidura religiosa, como realmente corresponde en una república.

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