Reflexionando, una vez más, sobre el racismo peruano

Hilaria Supa y María Sumire

El último sábado, el aeropuerto Jorge Chávez fue el escenario de una representación más del alto sentido racista de la sociedad peruana. Pues, las congresistas cuzqueñas Hilaria Supa y María Sumire, quienes se disponían a viajar a España (¡para colmo!), recibieron un trato indigno por parte de una trabajadora de la aerolínea Iberia. Al parecer recibieron irónicas burlas por la forma de hablar de ambas legisladoras quechuahablantes.

¿Qué se puede decir? Más allá del rechazo, queda la reflexión sobre el trato racista que los peruanos nos dispensamos a diario.

País descuartizado en fragmentos diferenciados. División acrecentada con la hora negra de la conquista. Con ciudadanos de verdad y de mentira. Para los de abajo, así alcancen lo más alto, les dolerá igual: así se “blanqueen”, igual, siempre habrá un malhadado que lance el furibundo escupitajo del racismo.

Si pues, no tuvimos la revolución de fondo, la de las almas. Se nos escaparon todas las posibilidades. No tuvimos generaciones y camadas de líderes que se traguen las vilezas del origen y se encumbren construyendo la nación esperada, la soñada, la de los iguales ante la ley…y ante el corazón.

Y circulará siempre la absurda noria de las diferencias, las distancias. Nada más nauseabundo en esta tierra, la nuestra, que la discriminación por el color de la piel, la ropa vestida, la lengua hablada, el olor expelido: por ser “de provincia”. Fea contradicción la nuestra. Allí donde moran y moraron los superhombres que domesticaron la tierra y el clima, de donde emerge la increíble riqueza telúrica, de donde nos salvaríamos si todo fuese nada; precisamente por ser de ahí, de donde emergen los briosos atlantes que conquistan las ciudades costeras, surge la mancha, el estigma.

Esa marca vil que impone el discriminador o dicho de otra manera: la modalidad acomplejada de ser peruano. Porque no hay demostración más obvia de insatisfacción consigo mismo, de inseguridad con el uno-mismo, que buscar a todo trance el parámetro, la medida para compararse con el otro.

Así vivimos nuestra peruanidad cotidiana, tratando de liberarnos de lo que no queremos ser. Conciencias flacas que no logran nada, solo más discriminación. La historia no fue generosa con nosotros o nosotros no fuimos generosos y cojonudos con la historia. Como lo que contaba Bolívar a Santander en sus cartas: a estos peruanos les falta valores masculinos de hombría y audacia.

Pero, no todo está perdido. Cada segundo, cada minuto, cada hora es la oportunidad para reedificar. Del caos puede surgir el horizonte de los iguales, sin señoríos ni siervos. Será a través de la política, la educación, el arte, el deporte, el comercio y cuanta forma haya para construir la unión en la diversidad, la igualdad ante la ley y… ante el corazón.

Comentarios

Anónimo dijo…
Las congresistas Supa y Sumire se presentaron en el counter de Iberia a las 19:20 cuando debieron hacerlo a las 18:00 toda vez que su vuelo partía a las 20:00. Por tanto cuando ambas congresistas se presentaron ya el vuelo estaba cerrado. Es más el Indecopi ha señalado que no hay indicios de discriminación en este caso, incluso tres pasajeros de nacionalidad española no pudieron embarcarsedebido a la sobre venta de boletos efectuada por Iberia.
Supa y Sumire llegaron al extremo de alegar ante el personal de Iberia, su calidad de congreistas para exigir que se abra el vuelo, lo cual es un abuso, el hecho de que sean congresistas no significan que puedan pasar por encima de los demás ciudadanos. Es fácil apelar al recurso de la discriminación cada vez que se quiere obtener un privilegio.

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