El retorno de los bucaneros o su desaparición: se vienen la campaña municipal y regional

Estamos en cuenta regresiva. Día a día, los buques de la política se preparan para la última jornada electoral de este singular año: las elecciones municipales y regionales.

El viejo partido de Haya ya puso precio a los bucaneros interesados (seudopolíticos oportunistas) en participar en la arena electorera. Las alianzas contra natura irán creciendo. Otras alianzas irán muriendo. No faltarán los endeudamientos. Se hipotecará hasta lo más preciado (si algo preciado tienen los bucaneros de la política). El panorama se llenará de reacomodos, cálculos, transfuguismo, desesperación, conveniencia y oportunismo en grado máximo. Todo orientado a un solo fin: alcanzar alcaldías y gobiernos regionales.

Pero, si algo de esperanza queda, debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Cuántos candidatos realmente son animados por la profunda convicción de servicio? ¿Cuántos quieren imponer un liderazgo local o regional que trascienda sus vidas? ¿Cuántos buscan construir relaciones de convivencia distintas y superiores?

Y para ser legítimamente justo: ¿Cuántos ciudadanos debidamente informados trascenderán su burbuja personal y votarán por las propuestas? ¿Cuántos se consideran ciudadanos que -a través de su vida diaria y pública- gobiernan día a día el país? ¿Ah?

Esa es ¿la asimetría nacional o la coherencia nacional? Muchos nos resistimos a creer en la cruel conclusión que tenemos lo que merecemos. La esperanza en una sociedad civil informada, criteriosa y educada nunca debe morir.

CADA DÍA ELIMINEMOS UN BUCANERO

Más allá de los despiadados datos de pobreza y pobreza extrema, los abochornantes calificativos que soporta la educación peruana, el elevado índice de corrupción, delincuencia y violencia familiar, el tristísimo espectáculo diario de nuestros gobernantes, está el inmenso potencial de creatividad femenina y juvenil, la lucha por la sobrevivencia de miles de familias, el fecundo mestizaje nacional, los logros y aportes universales de nuestras culturas quechua, aymara y amazónica. Ahí en nuestro núcleo colectivo-espiritual guardamos la fuerza para revertir siglos de desorientación, de desencuentro nacional, de torpe liderazgo.

Aquí y ahora, está el germen de la transformación nacional: en cada individuo enfrentado al espejo de su conciencia, en cada familia encarada ante el futuro de sus descendientes, en cada profesional que ve más allá de lo evidente y se sumerge en la construcción de un país diverso pero grande.

Así desparecerán los bucaneros o, mejor dicho, se volverán invisibles a nuestros ojos. No los veremos como dirigentes, sino como lo que son: usurpadores manipulantes de la voluntad ciudadana. Y así no volveremos a votar por ellos, porque, sencillamente, los ciudadanos los desaparecerán. ¿Y que quedará a cambio?

Se volverán visibles otras personas, quizás el vecino, el comunero, el joven, la mujer, el profesional que siempre estuvo allí, pero que –mientras estuvimos cegados- no eran visibles a nuestros ojos.

Ese día distinto y superior para todos, se alcanzará con el despertar de los durmientes cuando hacer política sea la búsqueda del Bien Común, cuando la utopía del país Diverso pero Integrado sea una suerte de gen (o meme para ser preciso) instalado en cada peruano.

El reto está planteado: cada día deberá desaparecer un bucanero, por obra e impulso de los ciudadanos.

Publicado en el Diario Los Andes

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