MACRORREGION SUR: el reto de la identidad defensiva y la identidad proyecto

Encarados ante la conformación de la macrorregión sur andina, puneños, arequipeños y tacneños acometen el desafío de unirse, aceptarse, juntar sus “riquezas”, olvidar sus “miserias”, buscar lo común como alternativa de desarrollo.
Más allá de las reuniones entre presidentes regionales, el diseño de estrategias integradoras y los plazos de ley, emerge sin embargo, la imperiosa necesidad de cultivar la integración desde la población, desde los ciudadanos. No sólo para optar por el “sí” a la macrorregión, se trata de establecer los puentes para un futuro común y duradero.
Inmediatamente, se piensa en el rol de la educación ciudadana partiendo desde las instituciones educativas, las organizaciones sociales, los gobiernos locales y regionales, las entidades públicas y privadas y los medios de comunicación. Pero ¿cuál es el contenido de esa educación? ¿Vender la idea de los beneficios que se obtendrán? ¿Convencer que es la única forma de enfrentar el centralismo limeño? En buena medida vienen siendo y serán los contenidos de las campañas de promoción, información y sensibilización; pero ¿será suficiente?
Educar para la integración regional supone algo más allá. Se trata de construir de modo compartido y negociado una plataforma sólida de objetivos, principios, estrategias y lineamientos que tomen en cuenta las singularidades de puneños, arequipeños y tacneños. En algunos casos, dichas singularidades practicadas y defendidas ardorosamente por los ciudadanos sureños, son similares o complementarias; en ese sentido, se requiere establecer un mapa de las convergencias que luego de ser identificadas y seleccionadas rigurosamente tendrán que emplearse creativamente en las estrategias comunicacionales.
Pero en otros casos, las singularidades son opuestas o intolerables entre la población macrorregional: ¿será necesario un mapa de las divergencias? Y en el saldo final ¿se logrará que las convergencias sean más que divergencias?
Por ejemplo, ¿la arrogancia urbana y muchas veces discriminatoria del chauvinismo arequipeño es superable? ¿el acriollado y machacón patriotismo tacneño es relevante? ¿el acerado cuerpo de costumbres y estilo de vida andino de los puneños es negociable? Tal vez se puedan ceder posiciones o tal vez estamos ante singularidades que han forjado la identidad social de Arequipa, Tacna y Puno, respectivamente. Y si es así ¿se trata de zonas cerradas, renuentes a la influencia recíproca?
Felizmente, los flujos migratorios entre estas tres ciudades han sido, son y siguen siendo intensos. Pero principalmente el flujo de pobladores campesinos es del ande a la costa, hacia las ciudades de Tacna y Arequipa; logrando introducirse a las dinámicas urbanas y manteniendo sus costumbres. Pero ¿es una migración generosa aceptada como la presencia de europeos en Chile y Argentina? ¿O es dura y enfrentada ocasionalmente al despreciativo y vergonzoso estigma racista?
Entonces, ¿construir la integración macrorregional es un desafío de magnitud aún no comprendida?
Toda empresa que anhele la construcción del futuro se encuentra en lo que se denomina identidad proyecto, es decir partir de las necesidades, de la situación real y seguir la senda de la autenticidad. Del otro lado se encuentra la identidad defensiva, arraigarse en las costumbres, el territorio y seguir la senda de la singularidad. Si bien no se oponen, es difícil encontrarlas comulgando en un mismo cuerpo. Ambas pueden comprenderse con la metáfora de la fuerza centrífuga (fuga del centro hacia afuera, se proyecta) y la fuerza centrípeta (se dirige hacia el centro, se retrae).
Tal vez asumiendo la mirada postmoderna -que sostiene que nos encontramos en tiempos de descentramiento o crisis del centro como referencia o unidad organizadora- estamos ante fronteras mentales difusas que nos permitan integrar la identidad defensiva de los pobladores asentados en el ande surperuano, cultores de enraizadas tradiciones y costumbres; y la identidad proyectiva de los ciudadanos urbanos, progresistas y emprendedores. Tal vez.

Comunicación para la convergencia
(fragmento de ponencia a ser expuesta en el XXVI Encuentro APFACOM, Arequipa, 2005, del 28 al 30 de setiembre, junto a F. Rosado y R. Vera)

El desafío de los comunicadores se enfrenta con condiciones socioculturales amasadas en la tensión diacrónica entre vecinos departamentales. Arequipeños, cusqueños, moqueguanos, tacneños y puneños, cada uno a su turno, teje imaginariamente relatos de superioridad e inferioridad. Ciertamente relatos de diferencia y que a la larga marcan e incrementan las contradicciones. De ahí se explica la distancia de Moquegua en el esquema integrador, la sospecha hacia los arequipeños y el estigma racista hacia los puneños. Durísimo desafío de difícil resolución.

La comunicación para la integración regional así contextualizada tendrá que acometer con políticas y estrategias regionales que salgan del compartimiento “comunicacional” e ingresan al terreno de lo simbólico y lo productivo, en el que cultura-educación-política-economía son las armas fuertes de la convergencia. Ya que el paso de las particularidades a la integración regional del sur sólo se logrará con liderazgos que posibiliten una nueva manera de ver el Sur y sus potencialidades.

El papel de los comunicadores para la integración regional puede comprenderse con la metáfora del archipiélago, en el que pequeñas, grandes o desiguales islas deben conectarse entre ellas y a su vez con la zona continental; los puentes deben responder a las características de la zona: unos serán extensos, otros cortos, incluso algunos modestos andariveles lleguen a ser eficaces. Lo importante de los puentes será la oportunidad y la seguridad que ofrecen.

Una comunicación que tiende puentes de convergencia es intercultural[1] y se cristaliza en diálogo intercultural crítico y autocrítico, eliminando los prejuicios y los estigmas para lograr la negociación en posición de igualdad. Pero tal vez el desafío más complicado será relativizar los rasgos singulares de cada departamento sureño, pues de ese modo se logrará aceptar los valores y rasgos alternativos del otro. Sólo así se conseguirá una aproximación a la identidad sureña.

Los comunicadores en el papel de puentes de convergencia oportunos, eficaces, inmediatos y con credibilidad están obligados, siguiendo la línea reflexiva y propositiva de Rosa María Alfaro[2] a colaborar en el ordenamiento y procesamiento de las críticas, construir prioridades, diseñar agendas de cambio, argumentar y debatir dialogando, querer y saber cómo informarse, conocer la dinámica del Estado para exigir, ser ciudadanos vigilantes y propositivos, negociar los intereses particulares y los intereses comunes a la sociedad y además, según nuestro punto de vista, establecer redes de comunicadores sureños que permitan un flujo dinámico de información, formular proyectos comunes de responsabilidad compartida, propiciar lineamientos de políticas de comunicación regional que vayan más allá de lo mediático y periodístico, ingresar al terreno de la comunicación para el desarrollo macrorregional con propuestas creativas, más allá de las formas grupales o comunales.
Lo que debe quedar claro es que las aguas tempestuosas que desafían a la integración son precisamente prejuicios y nociones falsas y engañosas en el imaginario regional, al final de cuentas son formas crudas o desvestidas de un proceso histórico que ha dejado una suredad desigual y conflictuada; pero no imposible de resolución

[1] Rodrigo Alsina, Miguel (1998). Elementos para una comunicación intercultural. UAB, España.
[2] Alfaro, Rosa María (2002). Ciudadanas “de a de veras”. Calandria. Lima.

Comentarios

Anónimo dijo…
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