Al parecer las secuelas de la
polarización nos van a seguir acompañando. Y es que fue una confrontación
inédita en la historia republicana. Dos mundos contrapuestos. No solo era la
esfera de la política, eran estructuras culturales, socioeconómicas,
ideológicas, territoriales y simbólicas. Nadie en su sano juicio desea que la
polarización escale y nos lleve a confrontaciones estériles. Requerimos acciones
concretas que resuelvan nuestras injusticias, y a la vez enfrentar las crisis
sanitaria, laboral, económica y ética en las que seguimos empantanados.
En medio de esas urgencias, la conformación
del gabinete ministerial ha sido y sigue siendo un espacio de disputa. Los
sectores opuestos al presidente Castillo, teniendo como punta de lanza a la
prensa propagandista (no sólo limeña), buscan despedazar con goce los errores
de Castillo. Se argumenta que los ministros son improvisados, sin trayectoria, profesionalmente
mediocres. Y que el primer ministro Guido Bellido es misógino, homófobo,
terrorista y sirviente de Vladimir Cerrón.
Se trata de una encarnizada lucha
política que tiene para largo, pues el esquema de la derecha es no dar tregua
en el proceso de demolición de Castillo hasta alcanzar su vacancia y llamar a
nuevas elecciones. Un izquierdista al mando del poder ejecutivo es una
pesadilla terrorífica para nuestra élite mercantilista y sus sirvientes.
Volviendo al gabinete.
Ciertamente ya no tenemos a los ministros de “lujo” egresados de las
prestigiosas universidades privadas de Lima, con postgrado en el extranjero,
funcionarios de organismos internacionales, con manejo fluido del inglés y
dilatada experiencia en la alta gestión pública. Tenemos un ramillete de
profesionales principalmente provincianos, formados en universidades públicas.
Cholos emergentes en pocas palabras.
Sinesio López ha acuñado el
concepto “incursiones ciudadanas democratizadoras” para describir el proceso de
ascenso y captura del poder de determinados sectores a lo largo de nuestra
historia política. Es decir, las élites sufren momentos de crisis cuando nuevos
actores incursionan y en la práctica democratizan el poder. Primero fueron las
clases medias urbanas de Lima y del interior, luego los sectores bajos y así
sucesivamente hasta que los indígenas hijos de sirvientes de los hacendados
ocupen cargos de elección popular. Y eso es lo que está pasando, no sólo es un
asunto político, son actos de reivindicación sociocultural de un mundo que fue
marginado.
No todo debe quedar en justa
reivindicación, es urgente que elijamos a cholos emergentes, pero competentes
técnica y políticamente. Sin desmerecer el espacio de profesionales capitalinos
que dan la talla y demuestran compromiso con la causa de los más necesitados.
(Publicado originalmente en el Diario Viral de Arequipa, 4-8-21)
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