Uno de los graves asuntos pendientes no resueltos por los
200 años de República es que en la práctica las instituciones del Estado no han
logrado extenderse de modo eficiente en todo el país. Dicho de otro modo, la
escuela, la posta médica, el local municipal, el puesto policial o las
carreteras en el interior del país son precarias y de baja calidad. Inclusive
esos mismos servicios públicos en las ciudades carecen de personal e
infraestructura suficientes.
Como si estaríamos condenados a tener un Estado con poca
capacidad de respuesta y pobre servicio al ciudadano. La pandemia es la más
clara evidencia. Nuestro sistema público de salud tiene pocas camas UCI, poco
personal especializado, insuficiente abastecimiento de oxígeno y un presupuesto
precario. Todas esas deficiencias se agravan a la enésima potencia con la
extendida corrupción de funcionarios públicos y autoridades electas, quienes
ven al Estado como una oportunidad para lucrar y aprovechar al máximo. No hemos
logrado convertir al Estado en una entidad de servicio de todos y para todos,
que exprese nuestras identidades culturales y que sea respetada por todos.
Como vemos, la responsabilidad de esa situación deplorable
la tienen las élites políticas y económicas que no se identifican con la nación
o las diversas naciones de las que estamos compuestos como país. Arrastramos
una pesada herencia desde la época de la Colonia, cuando los conquistadores y
sus descendientes vieron a nuestro territorio y la riqueza de nuestros recursos
naturales como la gran oportunidad para hacerse ricos. En esa lógica perversa y
antipatriota, el Estado no es visto como la expresión de la sociedad
organizada, sino como la entidad que sirve a intereses y apetitos particulares.
Si las élites no son patriotas y más bien abusan de las instituciones
estatales, qué podemos pedir al conjunto de la sociedad. ¿Qué buen ejemplo
tenemos los peruanos de nuestros recientes gobernantes para que nos sirva de
camino a seguir? Ninguno.
Se trata, entonces, de hacer un giro de 180 grados y transformar
el viejo Estado. Debemos quebrar la lógica que establece que el Estado no sirve
para nada o que solo sirve para aprovechar. Los servicios públicos deben ser de
alta calidad, comprometidos con el bienestar del ciudadano y el desarrollo del
país. Esa meta solo se logrará cuando mejoremos nuestra capacidad para elegir a
los gobernantes y votemos por personas que tengan visión, capacidad demostrada
y manos limpias. Sí es posible un nuevo Estado.
(Publicado originalmente en el Diario Viral el 10-2-2021)
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