Un sector apreciable del
electorado peruano considera que los graves problemas nacionales sólo serán
solucionados aplicando “mano dura”, es decir, suspendiendo o aminorando las
prácticas democráticas, participativas o de diálogo. Quienes apuestan por el
rigor de la disciplina parten del argumento que nuestros ciudadanos son como
menores de edad que solo reaccionarán aplicando la fuerza y el exceso de
autoridad. Lo que olvidan es que esa solución ha sido dominante en nuestra
historia republicana, especialmente con la presencia de militares encabezando
gobiernos de facto. O el caso de gobiernos cívico-militares como el caso del
fujimorismo, en la década de 1990.
La necesidad de “mano dura” y su
promoción a los cuatro vientos es la expresión de la llamada tradición
autoritaria. Se trata de una vieja vertiente de la política y la sociedad
peruanas. Es una forma peligrosa de recorte de derechos y descarada sumisión
como mecanismo de solución. Cuando gobierna el autoritarismo, los ciudadanos se
convierten en súbditos que obedecen ciegamente los mandatos del soberano.
Ciertamente puede haber orden, pero es el orden de la quietud, la censura y el
silenciamiento. Terreno propicio para que el soberano haga de las suyas e
impere con total corrupción y abuso.
La “mano dura” es la renuncia y
la falta de confianza en las potencialidades de los ciudadanos. Es abandonarnos
al gobierno del “padre disciplinado” que hará todas las cosas por nosotros. Lo
resaltante en los últimos días es que para las próximas elecciones hay algunos
candidatos que están proponiendo públicamente la “mano dura” como política de
Estado. Curiosamente quienes se encuentran en los extremos del espectro
político, es decir, la extrema derecha y la extrema izquierda son posiciones
que coinciden en la salida autoritaria. Y eso no solo sucede en el Perú, pasa
en muchas partes del mundo.
La “mano dura”, entonces,
aparentemente es una solución, pero son más graves las consecuencias que
produce a la larga. Que quede claro, estimular la minoría de edad no es ninguna
salida. Los graves problemas de la vida ciudadana se solucionan con compromiso,
respeto a la ley, autoridad legítima que lidere las transformaciones y una
dosis fuerte de toma de conciencia y educación. De lo que se trata es de
impulsar la responsabilidad en los ciudadanos, premiar las acciones
individuales o colectivas que expresen ideas de progreso y solidaridad, motivar
la toma de decisiones en medio de climas de participación y diálogo.
(Publicado originalmente en el Diario Viral el 26-1-2021)
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