Delictivización de la vida política
Más allá de las conductas inmorales y corruptas, percibo que gradualmente toma cuerpo entre algunos campos de la sociedad nacional la naturalización de la conducta delictiva.
Afirmarlo puede parecer obvio u osado, pero si nos atenemos al concepto de delito no queda duda que estamos ante el fenómeno de la "delictivización", es decir la incorporación sistemática de conductas penadas por la ley dentro de las prácticas y conductas cotidianas.
El delito es una conducta tipificada (es decir codificada o reconocidad por la ley), antijurídica (contraria a las leyes, al Derecho), culpable (concientemente responsable) y punible (con sanción definida por la ley).
Entonces, las personas que cometen infracciones con consciencia de las implicancias legales de sus actos son los sujetos que dan sentido a la estrenada noción delictivización de la sociedad.
Más grave -y ahí reside la mayor responsabilidad- es cuando los sujetos delictivizados (para diferenciarlo del delincuente, aunque bien podrías ser sinónimos) son los representantes elegidos por la población para asumir funciones de gobierno o legislación.
Es un círculo notoriamente pervertido y nauseabundo que impregna la atmósfera social: la delictivización se mantiene y eventualmente crece porque sectores de la población eligen a los delictivizados. La población en esa ecuación, legitima al sujeto delictivizado y energiza la delictivización.
Tamaña mounstruosidad se cruza para colmo de males, con la pobreza, la exclusión, los bajos niveles educativos, el racismo y la repulsiva viveza criolla.
Así, en medio del contexto que arma la delictivización, respiramos y nos alimentamos a diario de un azufre social que engorda a diario nuestros peores males.
Nunca antes en mi vida encontré más sentido al célebre verso de Vallejo: "hay, hermanos, muchísimo que hacer"
Afirmarlo puede parecer obvio u osado, pero si nos atenemos al concepto de delito no queda duda que estamos ante el fenómeno de la "delictivización", es decir la incorporación sistemática de conductas penadas por la ley dentro de las prácticas y conductas cotidianas.
El delito es una conducta tipificada (es decir codificada o reconocidad por la ley), antijurídica (contraria a las leyes, al Derecho), culpable (concientemente responsable) y punible (con sanción definida por la ley).
Entonces, las personas que cometen infracciones con consciencia de las implicancias legales de sus actos son los sujetos que dan sentido a la estrenada noción delictivización de la sociedad.
Más grave -y ahí reside la mayor responsabilidad- es cuando los sujetos delictivizados (para diferenciarlo del delincuente, aunque bien podrías ser sinónimos) son los representantes elegidos por la población para asumir funciones de gobierno o legislación.
Es un círculo notoriamente pervertido y nauseabundo que impregna la atmósfera social: la delictivización se mantiene y eventualmente crece porque sectores de la población eligen a los delictivizados. La población en esa ecuación, legitima al sujeto delictivizado y energiza la delictivización.
Tamaña mounstruosidad se cruza para colmo de males, con la pobreza, la exclusión, los bajos niveles educativos, el racismo y la repulsiva viveza criolla.
Así, en medio del contexto que arma la delictivización, respiramos y nos alimentamos a diario de un azufre social que engorda a diario nuestros peores males.
Nunca antes en mi vida encontré más sentido al célebre verso de Vallejo: "hay, hermanos, muchísimo que hacer"
Comentarios
Pero la vacuna contra ese virus está disponible: es la educación de nuestra sociedad.
Un abrazo desde Buenos Aires!!!