VOTOS PERUANOS: ALARIDOS QUEJUMBROSOS Y ESCUPITAJOS RACISTAS
Las elecciones presidenciales son el espejo de lo que no queremos ver, nuestro trauma más campante: la perversa, marcadísima y racista desigualdad socioeconómica. Engendro asqueroso y nauseabundo que muchos desoyen, pocos saben cómo remediarlo en un clima de concertación y algunos medran como carroñeros.
Sí pues, la segunda vuelta presidencial podría confrontar a los diversos Perú que llevamos dentro. Requerimos, que duda cabe, de armarnos de serenidad para evitar los enfrentamientos y aplomo para encarar los desafíos de los próximos cinco años. Se trata de no cuestionar el voto de los otros y tragarnos las muecas intolerantes y tercermundistas que destilamos a diestra y siniestra cuando alguien, con gallarda pedantería, nos encaja muy suelto de huesos que votará por Lourdes (“la candidata de los ricos y de los blancos”) o cuando no pocos, nos fusilan con la mirada étnica y resentida del voto nacionalista por Ollanta (“el candidato de los incultos y los indios”).
Así, entre desprecios coloniales y resentimientos aguantados, el voto del peruano se convierte en el único momento en el que los desiguales y diferentes son iguales y parecidos. El voto visto así, y sólo así, no es una elección, es una respuesta, un alarido quejumbroso (de los de abajo) o un escupitajo racista (de los de arriba). Por eso, el voto desvestido de su traje formal, en algunos casos, no es ejercicio de democracia, ciudadanía, gobernabilidad o escrupuloso análisis de propuestas. Porque si fuese así, la segunda vuelta sería entre algunos de los Villarán, Paniagua, Borea, Amprimo, Lay o Diez Canseco
Envueltos y ciegos en nuestro laberinto marcamos distancias, posiciones, nos atrincheramos en nuestras creencias o pareces. Nos resistimos a pensar en el NOSOTROS INTEGRADOR, en la diversidad creadora y democrática, en todo aquello que nos une, nos unió y nos unirá.
Pues, vivir en democracia no es únicamente elegir un procedimiento o sistema de gobierno, es un modo de vivir las relaciones familiares, comunales y laborales. Es la práctica de la convivencia y la tolerancia a las ideas divergentes. Un voto democrático es un voto visionario y constructor de un futuro inclusivo para todos. Los ciudadanos, al votar, somos pequeños estadistas que delegamos, por representación, los destinos de nuestro país; porque si no fuese por la delegación cualquiera de los ciudadanos podría asumir la responsabilidad.
Debe ser por eso que es más cómodo ser autoritario e invocar la fuerza de las botas, la reciedumbre paternal del dictador. Porque, como algunos dicen, “no estamos preparados para la democracia”, “necesitamos orden, porque la democracia es desorden y corrupción”. Argumentos de mansedumbre que renuncia a la misión de ser sujetos históricos enraizados en nuestra época, actores diarios y comprometidos con el desarrollo.
Para eso, dirán otros, “se necesita educación”. Sí, pero la educación más importante, la que forma carácter y espíritu, la del ejemplo y los valores. Aquella que trasciende los tiempos y que hizo grandes a nuestras civilizaciones peruanas, y a otras formidables creaciones humanas allá en Europa y Asia.
La segunda vuelta, esa que merecemos, será un compromiso entusiasta con el futuro integrador o seguiremos moviéndonos entre alaridos quejumbrosos y escupitajos racistas. La respuesta una vez más la tienen los ciudadanos peruanos, hombres y mujeres, diversos y diferentes pero llamados a ser NOSOTROS, ahora y ya, si realmente deseamos alcanzar niveles superiores de vida, pensamiento y convivencia.
Publicado en el Diario Los Andes, Puno, 19-04-2006.
Sí pues, la segunda vuelta presidencial podría confrontar a los diversos Perú que llevamos dentro. Requerimos, que duda cabe, de armarnos de serenidad para evitar los enfrentamientos y aplomo para encarar los desafíos de los próximos cinco años. Se trata de no cuestionar el voto de los otros y tragarnos las muecas intolerantes y tercermundistas que destilamos a diestra y siniestra cuando alguien, con gallarda pedantería, nos encaja muy suelto de huesos que votará por Lourdes (“la candidata de los ricos y de los blancos”) o cuando no pocos, nos fusilan con la mirada étnica y resentida del voto nacionalista por Ollanta (“el candidato de los incultos y los indios”).
Así, entre desprecios coloniales y resentimientos aguantados, el voto del peruano se convierte en el único momento en el que los desiguales y diferentes son iguales y parecidos. El voto visto así, y sólo así, no es una elección, es una respuesta, un alarido quejumbroso (de los de abajo) o un escupitajo racista (de los de arriba). Por eso, el voto desvestido de su traje formal, en algunos casos, no es ejercicio de democracia, ciudadanía, gobernabilidad o escrupuloso análisis de propuestas. Porque si fuese así, la segunda vuelta sería entre algunos de los Villarán, Paniagua, Borea, Amprimo, Lay o Diez Canseco
Envueltos y ciegos en nuestro laberinto marcamos distancias, posiciones, nos atrincheramos en nuestras creencias o pareces. Nos resistimos a pensar en el NOSOTROS INTEGRADOR, en la diversidad creadora y democrática, en todo aquello que nos une, nos unió y nos unirá.
Pues, vivir en democracia no es únicamente elegir un procedimiento o sistema de gobierno, es un modo de vivir las relaciones familiares, comunales y laborales. Es la práctica de la convivencia y la tolerancia a las ideas divergentes. Un voto democrático es un voto visionario y constructor de un futuro inclusivo para todos. Los ciudadanos, al votar, somos pequeños estadistas que delegamos, por representación, los destinos de nuestro país; porque si no fuese por la delegación cualquiera de los ciudadanos podría asumir la responsabilidad.
Debe ser por eso que es más cómodo ser autoritario e invocar la fuerza de las botas, la reciedumbre paternal del dictador. Porque, como algunos dicen, “no estamos preparados para la democracia”, “necesitamos orden, porque la democracia es desorden y corrupción”. Argumentos de mansedumbre que renuncia a la misión de ser sujetos históricos enraizados en nuestra época, actores diarios y comprometidos con el desarrollo.
Para eso, dirán otros, “se necesita educación”. Sí, pero la educación más importante, la que forma carácter y espíritu, la del ejemplo y los valores. Aquella que trasciende los tiempos y que hizo grandes a nuestras civilizaciones peruanas, y a otras formidables creaciones humanas allá en Europa y Asia.
La segunda vuelta, esa que merecemos, será un compromiso entusiasta con el futuro integrador o seguiremos moviéndonos entre alaridos quejumbrosos y escupitajos racistas. La respuesta una vez más la tienen los ciudadanos peruanos, hombres y mujeres, diversos y diferentes pero llamados a ser NOSOTROS, ahora y ya, si realmente deseamos alcanzar niveles superiores de vida, pensamiento y convivencia.
Publicado en el Diario Los Andes, Puno, 19-04-2006.
Comentarios
En cambio hay gente que elige un presidente solamente por resentido, con el onjetivo de quitarle cosas a la gente "los pobres, queremos la plata de los que creemos que son ricos" y que en ningun momento se les pasa por la cabeza....."tengo que trabajar para obtener cosas" si no que han hecho de la mendicidad una forma de vida y el objetivo de ellos es robar porque saben que con lo que tienen en la cabeza y con sus capacidades no llegaran a ningun lugar.... es que la gente piensa que alguien con dinero va al baño y ahi lo obtiene?....acuerdense que todos tenemos lo que merecemos y pónganse a trabajar en serio.
Es simple y no hay que dar tantas vueltas para justificar el asunto con cuestiones históricas o etnicas o asuntos que solamente sirven para decir "nos quieren fregar el futuro, pero hay que comprenderlos porque guardan la parte mas injusta de las diferencias sociales"
Yo creo que a NADIE le gustaria tener en su casa a alguien que de vueltas por los dormitorios con un cuchillo en la mano, o alguien que se lleve tus cosas, que le quite las cosas a tus hijos para darselas a los suyos.
A Tibor: la élite de izquierda ha adolecido de enraizamiento con lo que cree defender. Eso de izquierda caviar es más que un acierto. Encofrados en sus ONGs, repito, no se enraizan.